VOLVER AL FUTURO (1)
Carlos Liendro
Fue por 1980
cuando lo modelos neoliberales del norte decretaron el fin del Estado de Bienestar.
Toda la economía debía quedar a manos del mercado. Habían logrado imponer las
teorías de las escuelas del liberalismo en el primer mundo. En Latinoamérica,
siempre como campo de laboratorio experimental, llegó con la década del 90, luego de los
golpes militares de Estado.
Terminada la
Segunda Guerra Mundial, la economía del mundo (menos EEUU) estaba destruida. Debía empezar a
reconstruirse.
La experiencia del la economía keynesiana en la ‘gran depresión’
norteamericana (durante la década del 30) permitió que puedan volver a crecer
económicamente. Era la intervención del Estado en la obra pública, en la salud,
la educación, la vivienda, a través del trabajo. Era una inversión a favor de
la gente, del desarrollo de los pueblos.
Por 1945, se puede afirmar que nace el
Estado de Bienestar. El derecho económico a poder tener un mínimo beneficio
desde el empleo, desde una cobertura social y educacional. Esto permitía el
crecimiento. El Estado garantizaba esos derechos. Las teorías de los liberales (Hayek), sus empresas, sus maneras de
hacer ganancias no habían desaparecido. Esperaban su turno. Ante
determinadas crisis (del petróleo, como ejemplo, suba y baja de precios en la
década del 70) volvían a aparecer.
Va a exisitr
un antes y un después luego de esta pandemia mundial. Se siente crujir la
economía del mundo y los poderosos de la tierra, como siempre, no van a querer
pagarla. El Financial Times, un
diario inglés de economía, viene adelantando estos temas: “Se requieren reformas radicales para forjar una sociedad que funcione
para todos”, pero no está hablando de ‘los radicales’ que han abandonando
las banderas de Yrigoyen (armando una alianza en Cambiemos, con tal de seguir
teniendo su tajada de poder). El diario más importante de finanzas en Europa,
lo dice así de simple: los gobiernos deberán
tener más intervención desde el Estado, buscando la manera de obtener mayores
impuestos a la renta y la riqueza. El coronavirus ha dejado al desnudo las
desigualdades existentes en la población.
Argentina
que todavía no ha podido arreglar su gran deuda externa, ha quedado otra vez en
la encrucijada. Algo que no entienden los técnicos vernáculos de la economía formados
en la escuela neoliberal de Chicago (y que tuvo sus maestros en el país con
Martínez de Hoz, Cavallo, Sturzenegger y toda la cría). Donde ellos imponen la
economía sobre la política, y desean un país para cinco millones de argentinos,
no más. Por eso la gente que repite ese dato: “Argentina estaba entre los primeros países del mundo a principio del
siglo XX, antes que Australia y Canadá”, y cree que se debe volver a eso, no
sabe cuántos habitantes había antes de que el país cumpliera sus primeros cien
años. El modelo agro- exportador que organizó nuestra oligarquía desde 1880,
era un país granero (trigo y vacas), colonia de Inglaterra (dentro de la
división mundial del trabajo que se habían trazado las potencias de ese tiempo),
donde la riqueza quedaba en pocas manos. Tal vez necesitaron mano de obra, y
entre 1890 y 1920 la población se triplicó con italianos, españoles, sirios-
libaneses. No imaginaron que los hijos de esos inmigrantes empezarían a buscar
un país para todos, no para una elite.
El gobierno
ha podido llevar adelante con las medidas preventivas de la cuarentena, un
inmenso paso para lo que se viene; pero
si se debe reconocer el error con lo que sucedió el viernes 3 de abril, se
tiene que tener en cuenta cuál fue también la responsabilidad de los bancos.
Lamentablemente las imágenes de ver a los abuelos (a las familias más
necesitadas que salieron a buscar dinero, porque ya no tenían otro ingreso, no como
otro sector social que puede esperar en u casa), y las críticas de los comunicadores
de TV, solo quedó en la cuestión del gobierno. Esos medios que luego hicieron
su fiesta de ‘Unidad’ el domingo (y
recaudaron aproximadamente 80 millones de pesos para la Cruz Roja), nada dicen
de los bancos internacionales que no pagan (por cajero o ventanilla) los planes
sociales que sostiene el Estado. Nunca informan cuanto son sus ganancias que se
triplican o cuadriplican cada año en millones de dólares que luego envían a sus
casas matrices. De eso hablaba el Financial
Times, cuando analizaba quienes deberán también poner su esfuerzo, ante la
crisis económica que viene dejando la pandemia (cantidad de desempleados). La
gente de a pie, los trabajadores, las organizaciones sociales, ya saben que no
se puede “hablarles con el corazón y que te respondan con el bolsillo”, a lo
poderes empresariales y financieros.
(1) Aparecido en el diario El independiente de La Rioja
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