EL DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE (1)
Carlos Liendro
Cuando
algunos comunicadores repiten que ‘el gobierno necesita más tiempo’, no se dan
cuenta que no solo es el tiempo por el coronavirus, sino el tiempo de la
economía. El gobierno ha previsto, dentro de lo que le han dejado del sistema
de salud desmantelado, (el mejor ejemplo es el Instituto Malbrán, donde fueron
despedidos la mitad del personal en la era macrista) lo que podría hacer en
caso de que el pico de contagios por coronavirus crezca.
Los epidemiólogos e
infectólogos esperan ese crecimiento para mayo. Es decir: aún falta lo peor. La
gente- y no es por los medios de comunicación- ha entendido en su mayoría de lo
terrible que es esta pandemia. Pero eso sucede en los sectores medios,
‘ilustrados’, informados y qué toman conciencia que este virus no es broma. Ha
podido diferenciar que viene de afuera, que aislando a los que llegan, eso
puede controlarse. El punto serio y fatal que surgió, es que varios de los que
han vuelto de Europa ó EEUU, no han dicho que estuvieron afuera. Son conocidos
por la TV, al principio como algo grotesco y luego como dramático, los que
llegaban y luego iban a una fiesta. La TV amarilla que necesita de esto se
encarga como siempre de confundir un poco más: como el caso del ‘surfista’, que
venía de Brasil, atravesó la frontera (que no estaba en ese momento cerrada). Crónica
Tv transmitía en vivo (como se hacen la mayoría de los medios, en los puentes y
autopistas para entrar a CABA) y le ponía ‘zócalos’, hasta concluir la
historieta, cuando decía que se había dado a la fuga. De Flores (donde lo
derivaron porque declaró que tenía domicilio allí) se fue a la costa.
Los canales
porteños marcan la agenda diaria y por suerte mucha gente ha optado en esta
cuarentena, apagar la tele. Es lo que reconocieron como otra infección:
defenderse de que les sigan metiendo miedo y angustia. Justamente lo que no
informan es lo que lo que está sucediendo: a) la muerte de mujeres asesinadas
por sus parejas (van siete en este período) b) la situación de las cárceles (ya
hubo amotinamientos en varias provincias) c) las condiciones que siguen igual
con el pueblo Wichi en Salta d) las consecuencias económicas del coronavirus en
la Argentina y el mundo.
Los opinólogos, los de la patria
panelista (algún día la gente deberá saber cuánto plata juntan las productoras
para armar esos programas y cuánto ganan quienes están allí. Sería una forma de
ver que son una empresa con intereses y dividendos), ya han incorporado médicos
que están todo el día.
A veces la gente tiene poca memoria,(ó “el público se renueva”, como dice una
diva, que está bien ‘guardada’; y nos permite mostrar un mapa de regiones dónde
no hay infectados según el nivel social económico) pero debe saber que esos
‘profesionales de la salud’ han ocupado cargos ministeriales, legislativos,
empresariales (hay uno que ha estado en Italia como senador para Latinoamérica
y está hasta los domingos). Nuevos charlatanes que saben que no solo el
coronavirus es una cuestión de infectología, sino social y política. Siguen
dando cifras- como resultados deportivos- pero no dicen nada de lo que está
sucediendo en otros sectores sociales. Tienen
en su cabeza solo un imaginario: creer que toda la gente piensa como ellos y
que puede tener acceso a los privilegios que tienen. Un simple ejemplo sería el
agua y el trabajo. Nada de esto se pregunta. No surgen dudas. Todo es uniforme.
Es esto lo que hay que desmitificar. Toda estructura sanitaria tiene una base
económica que debe conducir el Estado. Y esto es lo que no les gusta a los
liberales- conservadores. Por eso han buscado siempre reducir el Estado. Aún
esos médicos no hablan de los sectores que viven al día, de los que tienen que
hacer colas para buscar un plato de comida. Hay más de seis millones de pobres,
en una pobreza estructural (incluidos los pueblos originarios)
Por suerte
entre las cosas positivas existen las redes sociales. Así lo han demostrado
profesionales de la salud (médicos, enfermeros, laboratoristas, personal de limpieza,
voluntarios), de Trabajo social, de salud mental. No todo es TV.
Entre lo que
ha quedado fuera de foco (deja de ser tema central en los medios) es el tema
que en enero el centralismo porteño comenzaba a informarse: la situación de
miles de personas en las regiones del norte salteño, con la muerte de niños
argentinos wichis. En la conciencia moral empezaba a instalarse un tema que
para muchos no existía (si no está en tele no existe), pero fue desplazado con
esta pandemia. Se habían iniciado y dicho algunas mejoras, como los pozos de
agua, pero siempre hay que recordar que eso no alcanza. No es solo una cuestión
de ingeniería sanitaria. Es ya una cuestión de descolonización. ¿Ninguna
organización, institución, puede hacer un inventario o garantizar que lo que
está destinado a los Wichis, realmente llegue? Porque de anuncios no solo vive
el hombre. El desarrollo que necesita esa región no es con los desmontes, donde
las ganancias quedan para los empresarios que luego se meten a hacer política.
La literatura
siempre supo explicarnos qué sucedieron con las pestes durante la historia de
la humanidad, y de cómo el hombre pudo salir adelante. Desde Bocaccio, Daniel
De Foe (autor de ‘El diario del año de la peste’, publicado en 1722), hasta
Albert Camus ó Gabo García Marquéz, han relatado en sus novelas estas profundas
cuestiones. En su libro ‘La peste’, Camus (Nobel de Literatura, 1957) nos deja
estas palabras: “lo peor de la peste no
es que mata los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser
horroroso”.
Carlos Liendro
(1) aparecido en Salta Libre, diario de Salta. marzo 2020
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